Fotocopias y Derechos
de Autor
¿Existen los delitos
chiquitos?
Los puntos sobres las íes…
Las recientes actuaciones contra las “fotocopiadoras de la galería” me
impulsan a realizar las presentes reflexiones. Más allá del divertimento que
significó interactuar en twitter con este tema, y el haberme encontrado con
comentarios muy ocurrentes, la pregunta del título es válida: ¿existen los
delitos chiquitos?, o lo que es lo mismo ¿hay delitos menos delitos que otros?,
o dándole un giro a todo lo anterior, ¿se puede justificar el delito de acuerdo
al fin que persigue?.
La respuesta a todo lo anterior, a mi
parecer, es que sí. Hay delitos que son más delitos que otros. Y esto desde
muchas perspectivas distintas.
Basta leer apenas el segundo artículo del
Código Penal, para saber que nuestro derecho positivo clasifica a los delitos
en dos clases según su gravedad. Los delitos en serio, que son propiamente “delitos”, y los delitos chiquitos, que
son las “faltas”. Incluso se prevén
varias situaciones en que las acciones, que podrían significar un delito, no
son considerados tales (por ejemplo la legítima defensa) o aunque se consideren
delitos, no se les aplica pena (como era alguna situación de aborto, o
determinados delitos contra la propiedad cometidos entre determinados
familiares).
La doctrina también hace diferencias
entre distintos tipos de delito. Algunos realmente malos, y otros no tanto, o
tal vez, delitos más chiquitos. Así tenemos a los delitos “mala in se”, que son aquellos que claramente corresponden a
conductas reprobadas por el colectivo (homicidio, rapiña, violación, etc.), y
los “mala prohibita”, que no son
“delitos por aclamación”, sino que lo son por prohibiciones derivadas de la
política criminal de un Estado (como puede ser el contrabando o vender
productos sin licencia).
Por último, sociológicamente también
existen diferentes percepciones de los delitos. Incluso, el mismo delito puede
ser percibido de distinta forma dependiendo del momento, o de la víctima, o
incluso del “beneficiario” de la acción delictiva. No percibimos igual el
actuar de un infantojuvenil pastabaseado robando en un kiosko de barrio, que el
actuar de Robin Hood, o más modernamente, del Chueco Maciel. De aquel se
escuchan comentarios en contra del actuar preventivo de la policía o de el
fracaso de los sistemas de inclusión, e incluso se pide la cabeza de sus
padres. De éstos últimos, en cambio, se percibe hasta cierta simpatía, y en
definitiva, un regocijo por el daño que se le causa a la “víctima poderosa” y
el beneficio que (aunque sea en parte) se le da a los “oprimidos”. Pero la
realidad es que todos estos ejemplos tratan de lo mismo. De vulgares rapiñeros.
De tipos que violentaron nuestro sistema legal, desconociendo derechos de otros
y haciendo primar sus impulsos. Pero la sociedad no percibe esto último, sino
que percibe lo anteriormente dicho. No en vano los carteles de la droga
colombianos realizaban grandes obras de beneficencia en sus áreas de
influencia. Mitigaban la repulsa de sus crímenes comprando simpatías.
Enfocando el tema a los hechos de estos
días, debemos comentar algunas afirmaciones que se vieron en las redes.
La primera de ellas fue una crítica
furibunda al despliegue realizado por la policía, Interpol incluida, en la
requisa de las maquinas y de las copias. Tal vez el despliegue sonó exagerado,
pero no olvidemos que se debieron requisar casi ochenta fotocopiadoras.
Claramente no entraban en un patrullero. Tampoco podemos olvidar que el
procedimiento obedeció a un requerimiento judicial. Y sin duda es mucho mejor
que la policía actúe cuando se le requiere, a que desobedezca órdenes
judiciales (recordemos el triste episodio en el cual el Ministerio del Interior
se negó a acatar una orden judicial para desalojar una textil, y la supuesta
“cadenas de llamadas” entre distintos jerarcas).
La segunda reacción a destacar fue una
serie de comentarios relativos a los “pobres estudiantes” que no tiene otra
opción para acceder a los materiales de estudio. Nuevamente estamos frente a un
error en la mira. El procedimiento no fue contra los estudiantes, sino que fue
contra una mafia organizada que se aprovechaba ilegítimamente de derechos de
autor que no le pertenecían. Insisto, el problema no es entre estudiantes vs.
editoriales, sino entre editoriales vs. fotocopiadores clandestinos. Los
estudiantes son víctimas secundarias, pero no puede justificarse por su causa
la comisión de estos delitos, como no debería justificarse una rapiña para
repartir el botín obtenido entre otros. Es cierto que los costos de los libros son
muy altos. Es cierto que a veces sólo se necesita unas pocas páginas de un
libro muy grande. Es cierto que las bibliotecas no siempre tienen todos los
ejemplares necesarios para atender la demanda. Pero todo esto es solucionable
por otros métodos. Métodos, por otra parte, que no llenarían los bolsillos de
los dueños de los locales (quienes, por otra parte, bien que cobraban las
fotocopias).
Por último, y en cascada con lo anterior,
hubo comentarios que reconocían que las conductas eran delictivas, pero que
abogaban por no castigarlas hasta que se encontrasen soluciones que sirviesen
de paliativo a las necesidades estudiantiles. Una especie de “delito tolerado por estado de necesidad”.
Nuevamente, debo manifestar que este argumento también me parece equivocado.
Tratando de explicar esto último, llevaré
las cosas a absurdos lógicos que permitan entender las situaciones más
fácilmente.
Supongamos que los estudiantes, en vez de
ser estudiantes fueran personas “sin
techo”, potenciales “ocupas”.
Supongamos también, que los dueños de los locales de fotocopiado fueran una
organización dedicada a organizar a los “sin
techo” para instalarse en los dormitorios o en los livings de nuestras
casas, obviamente sin nuestro consentimiento. Por último, pensemos que nosotros
con nuestras casas somos el equivalente a las editoriales o a los autores de
los libros.
Teniendo claro que todos nosotros
entendemos que el Estado debe dar una solución a los sin techo, sería bueno
preguntarse cuantos de nosotros estaríamos contentos de alojar a los sin techo
que nos toquen en suerte, y a nuestro
exclusivo costo, hasta que esas soluciones lleguen.
Está bien reclamar soluciones por parte
del Estado, pero no está tan bien que mientras tanto, los costos sean
soportados por terceros que nada pueden hacer por dar esas soluciones.
Pensemos seriamente en el tema. No lo
hagamos en 140 caracteres.
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