sábado, 26 de octubre de 2013

Los candidatos, o el sexo de los ángeles… Los puntos sobres las íes…

Los candidatos, o el sexo de los ángeles…
Los puntos sobres las íes…

            Explotó en las redes en estos días (tal vez un poco exagerada esta apreciación) el tema de la orientación sexual de los candidatos. Y todo a raíz de la pregunta que un entrevistador le realizó a un candidato (que por otra parte, todavía no sé a que se candidatea).
           
La  pregunta fue cortita, concreta y directa: ¿Sos gay?

La respuesta fue también corta: “No….soy gay. Soy heterosexual” (http://www.youtube.com/watch?v=YUbUBw8hf5o , tiempo: 20’24’’). Luego siguió el desarrollo del tema, y como era de esperar, se llenó de muchos lugares comunes.

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            Se habló mucho sobre si la entrevista estuvo preacordada, sobre si se utilizó para tratar de echar por tierra un run run que existía en los corrillos, o si por el contrario, el entrevistado no tenía idea de para donde rumbearía la entrevista… pero en relación a este tema, se habló poco sobre lo que para mi es importante: hasta donde tienen vida privada las personas públicas. Para no huirle al tema, y previo a reflexionar sobre lo que para mi importa, diré que a mi me dio la sensación (y no es más que una sensación) que sucedió todo lo anterior. Es decir, que el entrevistado sabía que se iba a tocar este tema, que era una buena forma de intentar “limpiar” la campaña, pero que sin duda quedó sorprendido por la pregunta tirada así, sin más, casi a bocajarro.  No hay duda que no fue una pregunta usual. Hasta ahora nunca habíamos escuchado que se preguntara sobre alguna supuesta amante emigrada, o sobre supuestos hijos no reconocidos, o sobre eventuales borracheras. Pero el que no se haya hecho, ¿impide que ahora se haga?

            Vayamos desgranando el choclo.

            Entrando al tema sobre el cual me propongo reflexionar, en primer lugar debo decir que poco importa cual fue la respuesta, que poco importa si el entrevistado es heterosexual u homosexual, si siéndolo lo niega, o si no siéndolo lo admite. Es su vida, es su opción, y no tenemos derecho a inmiscuirnos por la fuerza en esos temas. Pero esto no obsta a que no podamos opinar sobre la pregunta en sí. Y aunque parezca contradictorio, no me importa “la pregunta”, sino el límite que algunos creen que dicha “pregunta” traspaso. No reflexionaré sobre la pregunta ni sobre su respuesta sino sobre si los entrevistadores pueden ingresar a la vida privada de los hombres públicos

            Para contestar esa  interrogante, demos algunas vueltas.

Es claro para mí que no es admisible que se ingrese a la vida íntima de las personas comunes, salvo que sus actos violen el orden público o perjudiquen a otros. No es admisible éticamente, ni jurídicamente. Desde el momento que la Constitución pone fuera del alcance de los magistrados a las acciones privadas de las personas (Art. 13), también deberían quedar a salvo de cualquier otra persona. Si un Juez o un Fiscal (en quienes reposan las potestades acusatorias, inquisitivas o sancionatorias del Estado) no pueden entrar en estos temas, menos podrá entrar un particular.
            En español sencillo, lo que hago puertas para adentro no le debería interesar a nadie, salvo que viole el orden público o que perjudique a un tercero.

¿Podemos limitar este derecho? Si, podemos. Todos los derechos protegidos constitucionalmente, incluido el de la intimidad, son limitables en aras del interés general (Art. 7 de la Constitución).

¿Y que sucede en relación a los hombre públicos? Exactamente lo mismo. Tienen derecho a proteger su intimidad, y tienen derecho a que nadie se inmiscuya en ella, salvo por leyes dictadas en mérito al interés general. Así, por ejemplo, se les limita el derecho a la intimidad al estar obligados (algunos de ellos) a presentar declaraciones patrimoniales juradas que en determinadas circunstancias pueden hacerse públicas. Pero esto es sabido de antemano, y rige por ley, claramente basada en el ya referido interés general. Quién quiera proteger esta faceta de su intimidad, bastará con que no se postule o no acepte determinados cargos, y así su intimidad seguirá protegida.


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Ya entrando en tema, claramente todo lo anterior no responde la cuestión original. Si bien establece los derechos del entrevistado, no limita la potestad de preguntar del entrevistador.

Y está bien que no lo haga.  

No hay ninguna razón para limitar lo que el entrevistador pueda preguntar. Más aún, el entrevistador debe preguntar todo lo que considere necesario, interesante o informativo, a su criterio. Por su parte, estará a criterio del entrevistado prestarse a la entrevista o no, a contestar determinadas preguntas o negarse a hacerlo. Y estará en nosotros mirar o cambiar de canal.

El entrevistador  no se inmiscuye en la vida privada de nadie al preguntar, como no invade un hogar quién sólo golpea la puerta o toca el timbre. Será un derecho del entrevistado abrir la puerta o dejarla cerrada. Si decide abrir la puerta, ninguna intimidad ha sido violada. Y menos aún será violada (y nada se podría reprochar) si decide no atender. El hombre público, por ser público, no pierde su faz privada o íntima. Tiene el derecho a mantener la puerta cerrada, a entreabrirla sin sacar la cadena, o a no tener puertas; pero eso no impide que el entrevistador toque el timbre. Incluso, considero que el entrevistador está en la obligación de intentar abrir la puerta, pero obviamente, sin forzar a cerradura.

Desde el momento que el entrevistado aceptó responder a su entrevistador, el resto de las personas ya no tendrán lo que criticar. El entrevistado permitió que la puerta se abra y por tanto permitió que el entrevistador entre a su hogar. Ningún límite fue traspasado ni ningún derecho fue violado.


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Lo más llamativo del tema es que este punto haya sido el llamativo. 
A lo largo de la entrevista se tocaron temas que mi entender fueron mucho más trascendentales, tales como la educación, el aborto o la liberalización de la marihuana. O incluso temas ético-políticos que pasaron sin  mayor destaque en las redes, como fueron sus expresiones relativas a la responsabilidad de los hijos por las acciones de los padres o, lo que es lo mismo, el peso de un apellido.


Tristemente esto es una nueva muestra de un decaimiento cultural general. Importa más el chisme escabroso que las definiciones políticas. Estamos frente a una jorgerialización de la sociedad. Parece ser más importante saber a quién tenemos entre las sábanas que otras cosas, olvidándonos que cada uno puede hacer de su culo un pito.

miércoles, 23 de octubre de 2013

TV DIGITAL - Un poco de humor nunca viene mal.

TV DIGITAL

Hemos logrado infiltrarnos en los más altos lugares de deliberación y acceder antes que el resto a la decisión final….

        Che Pepe, ¿que hacemos con esto de los canales digitales? Se viene la fecha y seguís dando vueltas.
        Y yo que se Homero, que queré, el tema ta difícil. No e moco e pavo. Fijate que se pudrió todo. Yo quería el canal compañero pero me lo molotovearon.
        No Pepe. Fuiste tu. No te olvides que los trataste de garroneros.
        ¿Yo? No seas nabo, Homero, nunca dije eso.
        Como que no, Pepe. Ventilaste el pedido de cuatrocientos mil dólares al Fondes y los hundiste!
        ¿Yo? No. Tas loco, Homero. No inventé. Parecé un juez de fobal inventando un penal.
        El futbol lo trajiste vos, dijiste que no podías levantar el centro e ir a cabecear.
        No me mezclé lo tema. El del fobal es VTV!
        Pepe, acordate, hablabas de la revista que querían sacar y que pidieron financiación.
        Seguís mezclando Homero. Esto es TV, no prensa… me queré hacer quedar mal. Y yo no soy ningún papirulo.
        Pepe, el tema está que arde, algo tenemos que hacer. Vamos a tener reclamos de todos lados.
        ¿Y? hagamo lo que hagamo, sonamo. O me peleo con la barra, o me peleo con el Danilo.
        Mejor peleate con Danilo…. Llora, llora, pero no pasa nada.
        Tené razón… dejame pensarlo mientras paseo a la Manuela.

Un par de horas después….

        Homero, ya ta!
        ¿Podemos hacer el anuncio, Pepe?

        Oviooooo! Esto es TV Digital. La adjudicamo a dedo! Taaaaa!!!!

martes, 22 de octubre de 2013

Fotocopias y Derechos de Autor ¿Existen los delitos chiquitos? Los puntos sobres las íes…

Fotocopias y Derechos de Autor 
¿Existen los delitos chiquitos?

Los puntos sobres las íes…


Las recientes actuaciones contra las “fotocopiadoras de la galería” me impulsan a realizar las presentes reflexiones. Más allá del divertimento que significó interactuar en twitter con este tema, y el haberme encontrado con comentarios muy ocurrentes, la pregunta del título es válida: ¿existen los delitos chiquitos?, o lo que es lo mismo ¿hay delitos menos delitos que otros?, o dándole un giro a todo lo anterior, ¿se puede justificar el delito de acuerdo al fin que persigue?.

La respuesta a todo lo anterior, a mi parecer, es que sí. Hay delitos que son más delitos que otros. Y esto desde muchas perspectivas distintas.

Basta leer apenas el segundo artículo del Código Penal, para saber que nuestro derecho positivo clasifica a los delitos en dos clases según su gravedad. Los delitos en serio, que son propiamente “delitos”, y los delitos chiquitos, que son las “faltas”. Incluso se prevén varias situaciones en que las acciones, que podrían significar un delito, no son considerados tales (por ejemplo la legítima defensa) o aunque se consideren delitos, no se les aplica pena (como era alguna situación de aborto, o determinados delitos contra la propiedad cometidos entre determinados familiares).

La doctrina también hace diferencias entre distintos tipos de delito. Algunos realmente malos, y otros no tanto, o tal vez, delitos más chiquitos. Así tenemos a los delitos “mala in se”, que son aquellos que claramente corresponden a conductas reprobadas por el colectivo (homicidio, rapiña, violación, etc.), y los “mala prohibita”, que no son “delitos por aclamación”, sino que lo son por prohibiciones derivadas de la política criminal de un Estado (como puede ser el contrabando o vender productos sin licencia).

Por último, sociológicamente también existen diferentes percepciones de los delitos. Incluso, el mismo delito puede ser percibido de distinta forma dependiendo del momento, o de la víctima, o incluso del “beneficiario” de la acción delictiva. No percibimos igual el actuar de un infantojuvenil pastabaseado robando en un kiosko de barrio, que el actuar de Robin Hood, o más modernamente, del Chueco Maciel. De aquel se escuchan comentarios en contra del actuar preventivo de la policía o de el fracaso de los sistemas de inclusión, e incluso se pide la cabeza de sus padres. De éstos últimos, en cambio, se percibe hasta cierta simpatía, y en definitiva, un regocijo por el daño que se le causa a la “víctima poderosa” y el beneficio que (aunque sea en parte) se le da a los “oprimidos”. Pero la realidad es que todos estos ejemplos tratan de lo mismo. De vulgares rapiñeros. De tipos que violentaron nuestro sistema legal, desconociendo derechos de otros y haciendo primar sus impulsos. Pero la sociedad no percibe esto último, sino que percibe lo anteriormente dicho. No en vano los carteles de la droga colombianos realizaban grandes obras de beneficencia en sus áreas de influencia. Mitigaban la repulsa de sus crímenes comprando simpatías.

Enfocando el tema a los hechos de estos días, debemos comentar algunas afirmaciones que se vieron en las redes.

La primera de ellas fue una crítica furibunda al despliegue realizado por la policía, Interpol incluida, en la requisa de las maquinas y de las copias. Tal vez el despliegue sonó exagerado, pero no olvidemos que se debieron requisar casi ochenta fotocopiadoras. Claramente no entraban en un patrullero. Tampoco podemos olvidar que el procedimiento obedeció a un requerimiento judicial. Y sin duda es mucho mejor que la policía actúe cuando se le requiere, a que desobedezca órdenes judiciales (recordemos el triste episodio en el cual el Ministerio del Interior se negó a acatar una orden judicial para desalojar una textil, y la supuesta “cadenas de llamadas” entre distintos jerarcas).

La segunda reacción a destacar fue una serie de comentarios relativos a los “pobres estudiantes” que no tiene otra opción para acceder a los materiales de estudio. Nuevamente estamos frente a un error en la mira. El procedimiento no fue contra los estudiantes, sino que fue contra una mafia organizada que se aprovechaba ilegítimamente de derechos de autor que no le pertenecían. Insisto, el problema no es entre estudiantes vs. editoriales, sino entre editoriales vs. fotocopiadores clandestinos. Los estudiantes son víctimas secundarias, pero no puede justificarse por su causa la comisión de estos delitos, como no debería justificarse una rapiña para repartir el botín obtenido entre otros. Es cierto que los costos de los libros son muy altos. Es cierto que a veces sólo se necesita unas pocas páginas de un libro muy grande. Es cierto que las bibliotecas no siempre tienen todos los ejemplares necesarios para atender la demanda. Pero todo esto es solucionable por otros métodos. Métodos, por otra parte, que no llenarían los bolsillos de los dueños de los locales (quienes, por otra parte, bien que cobraban las fotocopias).

Por último, y en cascada con lo anterior, hubo comentarios que reconocían que las conductas eran delictivas, pero que abogaban por no castigarlas hasta que se encontrasen soluciones que sirviesen de paliativo a las necesidades estudiantiles. Una especie de “delito tolerado por estado de necesidad”. Nuevamente, debo manifestar que este argumento también me parece equivocado.

Tratando de explicar esto último, llevaré las cosas a absurdos lógicos que permitan entender las situaciones más fácilmente.

Supongamos que los estudiantes, en vez de ser estudiantes fueran personas “sin techo”, potenciales “ocupas”. Supongamos también, que los dueños de los locales de fotocopiado fueran una organización dedicada a organizar a los “sin techo” para instalarse en los dormitorios o en los livings de nuestras casas, obviamente sin nuestro consentimiento. Por último, pensemos que nosotros con nuestras casas somos el equivalente a las editoriales o a los autores de los libros.  

Teniendo claro que todos nosotros entendemos que el Estado debe dar una solución a los sin techo, sería bueno preguntarse cuantos de nosotros estaríamos contentos de alojar a los sin techo que nos toquen en suerte, y a nuestro exclusivo costo, hasta que esas soluciones lleguen.

Está bien reclamar soluciones por parte del Estado, pero no está tan bien que mientras tanto, los costos sean soportados por terceros que nada pueden hacer por dar esas soluciones.


Pensemos seriamente en el tema. No lo hagamos en 140 caracteres. 

martes, 15 de octubre de 2013

Los Derechos Humanos, la política y el dolor. Los puntos sobres las íes…

Los Derechos Humanos, la política y el dolor.
Los puntos sobres las íes…

Aceptando que recibiré recriminaciones variopintas, y mas de una subida de tono, no puedo dejar de decir lo que siento.

Hace pocos días explotó este tema por las declaraciones de un precandidato en relación a lo que haría con el tema de los desaparecidos en caso de llegar a la presidencia. Creo que sus declaraciones no fueron muy felices, que lastimaron a más de una persona, pusieron felices a alguna otra, y no permitieron que el tema (el importante, no el de las circunstanciales excavaciones) fuera analizado en todas sus dimensiones.

Si, sostengo que este tema tiene varias dimensiones, y tengo claro cual debe primar, pero eso no obsta a permitir que hayan otros que piensen distinto.

Una primera dimensión le hace al tema como sociedad en constante transformación. Si queremos seguir transformándonos y avanzando, creo que es necesario dar un cierre a este tema. Cierre que han sabido dar otras sociedades. Es aquí donde los políticos juegan su papel. Hubo un intento de cierre, el cual fue ratificado dos veces por el soberano. Poco más podríamos hacer al respecto. Pero, y siempre hay un pero, el cierre fue malinterpretado por una parte, o por todas ellas. Como bien se llamó la Ley, el cierre elegido fue el de la caducidad de la pretensión punitiva del Estado. No fue el de no saber o el de olvidar el pasado. No. El cierre que se votó por el parlamento, y que fue ratificado por medio de dos referendos  refería a no penar a los culpables de las violaciones de los derechos humanos, y no refirió a  negar el conocimiento de  la verdad.

Nadie puede exigirle a un familiar de desparecidos que deje de intentar saber. Tal exigencia sería una nueva violación de sus derechos fundamentales.

Y es ahí en donde conjuga lo político con lo personal. El Estado debe garantizar todas las medidas tendientes a saber lo ocurrido con cada uno de aquellos que hoy no están. Sean del bando que sean. Sean desaparecidos o fallecidos ubicados pero muertos en circunstancias no totalmente esclarecidas. Pero como sociedad, entiendo que podemos pedir un último sacrificio a sus dolientes. Y ese sacrificio no es dejar de buscar el saber (que como dije, tal pedido sería no sólo inaceptable, sino que sería improponible), sino que una vez averiguado, permitan que las heridas se vayan cerrando, que las nuevas generaciones puedan mirar para adelante.

No comparto los dichos de nuestro Presidente, en referencia a que este tema se va a cerrar cuando estén todos los participantes muertos. Eso sería muy triste. Hay que aprovechar mientras estén vivos para poder esclarecer la mayor cantidad de hechos posible, y a través de ese esclarecimiento poder aliviar el dolor, sincero, de aquellos que los sobrevivieron.

Eso si, de la misma forma que el Estado DEBE realizar todo lo que esté a su alcance, los políticos no deben aprovechar el dolor de nadie para llevar agua a su molino. Cuando los que lo hacen lo entiendan, tal vez consigan el apoyo de los que hoy se oponen. O tal vez no. Pero despojado de ribetes “politiqueros”, la verdad estará más cerca.

Creo que nunca se “dará vuelta la página”. Aquellos que salieron de esa etapa con cargas emocionales no resueltas no lo harán. Y razón tienen. Nadie está obligado a relegar su deseo “de saber” para satisfacer el interés difuso de la sociedad. Pero no sucede lo mismo con las penas a aplicar a los violadores de los derechos humanos. La pena a aplicar, o el no aplicar ninguna, sí es una cuestión de Estado, así como lo es la política criminal en general. Y esto no significa que apoye que permanezcan impunes determinados delitos por estar de acuerdo en que no son merecedores de castigo. No lo estoy. Pero, si bien entiendo que deberían ser castigados, creo que es más importante el poder obtener los datos y poder averiguar lo que falta saber, que el perseguir a los eventuales culpables y con esto coartar la posibilidad de averiguar lo que falta. No será la primera vez que se cambia información por impunidad, ni será la última.

La Ley de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado no es la mejor herramienta, pero es la que hoy tenemos. Y bien utilizada puede ser de gran ayuda para el fin último de tratar de superar una negra etapa de nuestro país acercando el conocimiento de los hechos a todo aquel que necesite saberlo. Dejemos de pelearnos y discutir sobre si hay que derogarla, anularla o mantenerla. Lo importante no es la Ley. Lo importante es satisfacer de la mejor manera las necesidades de encontrar lo que algunos, con todo el derecho del mundo, están buscando.

En definitiva, ya sea que el tema haya sobrevolado, o haya subyacido, entiendo que es muy ingenuo pensar que el en el Club que queda en la esquina de Copacabana y Gral French este tema no haya sido conversado y por qué no, acordado. Y un tiempo después, aquel que metieron preso ni bien bajó del barco y no lo dejaron participar como candidato, apoyó su sanción legislativa. Vamos, nadie es ajeno a lo que se votó. No seamos tontos.


Como dije al comienzo, tengo claro a esta altura que por estas reflexiones recibiré recriminaciones de todos lados, y más de una subida de tono, pero en tanto no voy atrás de ningún cargo, ni dependo de caerle bien al resto para seguir en el ruedo, poco me importa. Es la ventaja que tenemos los tipos de a pie.

sábado, 12 de octubre de 2013

SOBRE EL DELITO Y SU PENA. Los puntos sobres las íes…

SOBRE EL DELITO Y SU  PENA.
Los puntos sobres las íes…

Venía escuchando en el auto la repetición de las “Tertulias del Espectador”. Una de ellas refirió al Japo, su accidente en la camioneta y el castigo que se le aplicó (16 horas de trabajo comunitario barriendo plazas). Sin duda que lo de él fue un “accidente con suerte”, ya que sólo se deben lamentar hierros retorcidos, y no mucho más. Podría haber sido mucho peor, no ya para él, sino para alguna víctima inocente que hubiese estado caminando por la rambla. Fuera del chiste (¿?) de que no fue él, sino #ElHermanoDelJapo, fue interesante escuchar los comentarios que llegaron de los oyentes, así como los que realizaron algunos tertulianos.
            Algunos expresaron que habría que haberlo mandado preso para que aprenda, otros le deseaban el mismo destino, pero para que sea un llamado de atención a los jóvenes que salen los fines de semana en auto. Entre los tertulianos, alguno expresó (aunque puedo estar confundido) que este sistema de castigos (aunque éste en particular era un poco leve) era adecuado, aunque debería agregársele algún tipo de “clases” para que tome conciencia de lo que hizo.
Fue interesante, al menos para mí, ver como las distintas personas que opinaban (contertulios y oyentes), iban dando los titulares de las distintas escuelas en relación a la finalidad de la pena (el castigo).
La finalidad de la pena, de acuerdo a los que saben (que no es mi caso), sufre una primera clasificación, que refiere a las teorías “absolutas o retributivas” frente a las teorías “relativas o preventivas”. A su vez, estas últimas se dividen  en las que buscan una finalidad de “prevención general” y otras que buscan una “prevención especial”.
La pena como “prevención general” tiene que ver con la etapa de amenaza legislativa. La “amenaza” que implica para el ciudadano común saber que frente a determinados actos recriminados por la sociedad, existirá determinado castigo. Implica, en definitiva, una coacción sicológica tendiente a disuadir a los ciudadanos de cometer tales actos. Es decir, la existencia de una pena es una disuasión dirigida a toda la sociedad. La primera finalidad de la pena sería la prevención general de los delitos.
Esta prevención general, por otra parte, da satisfacción a la sociedad que se siente protegida frente a los delincuentes por medio del poder del Estado. La aplicación de la pena, al satisfacer finalmente el sentimiento de protección, previene (o intenta prevenir) las represalias particulares (venganzas privadas) o colectivas  (linchamientos).  No debería primar la justicia, a ojos de sus defensores, sino la ejemplaridad de la pena.

                                                              ( Invito a leer JUSTICIA POR MANO PROPIA, LEGÍTIMA 
DEFENSA   Y EL DECAIMIENTO SOCIAL, en este mismo blog)  
           
Lo anteriormente dicho no es ajeno a las críticas. La principal, tal vez, es que de acuerdo a esta teoría, el castigo de un individuo no es en consideración de él mismo, sino que se le castiga tomando en cuenta a los demás. La paradoja que se da es la que la reacción penal se mide de acuerdo al efecto que tenga sobre la colectividad y no sobre el delincuente. También se la crítica aduciendo que ciertos sujetos no son intimidables, así como que otros no necesitan ser intimidados.

            La pena como “prevención especial” tiene que ver con una etapa posterior, con la etapa de ejecución o de efectiva aplicación de la misma. La pena se dirige al delincuente, como un mecanismo de “prevención especial” hacia el individuo que ha delinquido motivándolo a que no vuelva a hacerlo (la “resocialización” o “reeducación” del delincuente) o separándolo, como protección para el resto. Esta teoría tampoco está exenta de críticas. Brevemente, diremos que se basan en que: a) hay penas que no permiten la reeducación (tales como –yendo a los extremos– la pena de muerte, o la mera multa); b) Hay delincuentes que no tienen que ser reeducados debido a su moral, ideología o sentimientos altruistas (como podrían ser los delincuentes pasionales o los políticos); c) gran cantidad de delitos son culposos, por lo que el delincuente no es un inadaptado, sino un mero imperito, negligente o simplemente un imprevisor y d) hay delitos que no implican desadaptación social, sino que son considerados delitos por razones políticas, o por mera torpeza legislativa.

            Todo lo anterior se complica un poco más, en tanto además, se pueden separar en teoríaspositivas” y teoríasnegativas”. Resumo las combinaciones en el siguiente cuadro:


Prevención General
Prevención Especial
Positiva
Se dirige al que no delinque, persiguiendo el fin de comunicarle que la norma está vigente, fortaleciendo la confianza en la misma.
Considera que la pena es “un bien” que permite resocializar al delincuente.
Negativa
Se dirige a los que no delinquen, por medio de la intimidación, intentando que no vayan a delinquir (el individuo racional hace un cálculo de costo/beneficio)
La pena permite “inocular” a la sociedad, separando a los delincuentes de la misma.

            Como es fácil darse cuenta – creo – ninguna de las teorías puras es omnicomprensiva por sí sola. La realidad es que en la práctica se ven más de una de ellas combinadas.
            En particular, en Uruguay, podemos ver ya a nivel constitucional como se recogen algunas de ellas. Así, el artículo 26 de nuestra Carta Magna establece que “A nadie se le aplicará la pena de muerte. En ningún caso se permitirá que las cárceles sirvan para mortificar, y sí sólo para asegurar a los procesados y penados, persiguiendo su reeducación, la aptitud para el trabajo y la profilaxis del delito.”
Llevado este artículo constitucional al cuadro de más arriba, el “asegurar a los procesados y penados” permite inocular a la sociedad, separando a buenos de malos, es decir, la prevención especial negativa; la “reeducación” o resocialización refiere a la prevención especial positiva, y por último, la “profilaxis del delito” refiere a la prevención general, por cuanto por medio de la pena se estaría intentando evitar que los no delincuentes se transformen en delincuentes.

            Finalizando, retomo el comienzo de estas reflexiones. Los oyentes y los contertulios, en sus comentarios, no estaban errados. El error, a mi parecer, es separar o contraponer un argumento contra otro. La realidad jurídica, así como el estudio de las teorías sobre la finalidad de la pena me llevan a concluir que TODOS los argumentos esgrimidos (y por tanto, las distintas finalidades de la pena) deben ser tomados en cuenta, y no alguno de ellos por sobre otros.



jueves, 10 de octubre de 2013

JUSTICIA POR MANO PROPIA, LEGÍTIMA DEFENSA Y EL DECAIMIENTO SOCIAL. Los puntos sobres las íes…

JUSTICIA POR MANO PROPIA, LEGÍTIMA DEFENSA Y EL DECAIMIENTO SOCIAL.

Los puntos sobres las íes…


Estamos asistiendo, desde hace un tiempo ya, a un conjunto de “acciones ciudadanas” que deberían ponernos en alerta.
Un día si, y otro también, leemos o escuchamos en las noticias que alguna persona, en defensa de su vida, integridad o propiedad, ataca a algún frustrado delincuente con resultado de lesiones o incluso de muerte. En la gran mayoría de estos casos, los operadores de la justicia intervinientes han entendido que se ha configurado la legítima defensa, o de no haberse configurado en forma plena, a lo sumo han procesado sin prisión a los que intentaron defenderse (salvo, tal vez y de memoria, a una o dos personas que salieron a perseguir por varias cuadras a los agresores o dispararon sin ton ni son hiriendo a personas ajenas a los hechos).
            No reflexionaré sobre la conveniencia o inconveniencia que la población civil se arme, o si es “justa” o “injusta” la aplicación de la legitima defensa por los jueces. No, nada de eso. Simplemente compartiré unas líneas referentes a mi interpretación de las causas, o consecuencias, que este devenir pueda tener en nuestro entramado social.

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            Hace ya tres siglos y medio Thomas Hobbes nos dio su “Leviatán”. En él discute, en medio de una guerra civil, de quién debe ser el poder (del Monarca o del Parlamento) y en base a qué es, efectivamente, que el poder debe estar en manos de alguno de ellos.
            Parte de la base que la naturaleza humana se puede reducir, como aspecto fundamental, a su  instinto de conservación. Concluye asimismo, que la naturaleza humana no hace distinciones entre los hombres, por lo que éstos son esencialmente libres e iguales. El lo llama “el hombre en estado de naturaleza”. La naturaleza humana es un instinto de conservación al que cada uno tiene derecho, pero la consecuencia de este derecho es un enfrentamiento entre las personas, es decir, las guerras.
            Avanzando en su teoría, los hombres, a los efectos de evitar estos enfrentamientos, deciden limitar su libertad. En tanto no hay una norma natural que regule la convivencia, los hombres crean una norma artificial que les permita vivir en sociedad: El Pacto Social. El nuevo orden social es un contrato por el cual los individuos renuncian a ser naturalmente libres. Así, el poder debe ser absoluto para evitar que los integrantes de la comunidad se enfrenten, no renuncien a su libertad natural y se vuelva a la naturaleza humana. Hobbes pretende crear unas condiciones que eviten ese enfrentamiento y que alguien mande a la fuerza (pido a mis lectores que tengan en cuenta, antes de condenar estas conclusiones, el tiempo y las circunstancias en las cuales se dieron).
           
Medio siglo después, John Locke avanza sobre estas ideas en su obra “Dos Ensayos Sobre el Gobierno Civil”. El justifica la existencia del Contrato Social en el hecho que podría darse que los hombres en “estado de naturaleza” no cumplieran con el derecho y deber principal del hombre natural: conservar su vida. Y en caso de incumplimiento, no existiría poder alguno que lo pudiese hacer cumplir. Se trata, por tanto, de crear una convención por la que se funde un orden social o civil que atienda únicamente a suplir esas falencias del estado de naturaleza, es decir, acordar una justicia o una autoridad superior que diga, en caso de choque entre dos personas, qué se debe hacer. El Pacto Social de Locke es bastante limitado. Tiende a proteger unos pocos derechos, pero no por ello poco importantes: libertad, igualdad, vida y propiedad (no referiré, por no ser objeto de las presentes reflexiones, las diferencias entre el contrato social que da forma a la sociedad y el que da creación al gobierno).
            Es posible que hasta aquí, mi apreciado lector, no haya logrado encontrar grandes diferencias entre uno y otro. Pero las hay, y sin duda no son menores. Hobbes era defensor del Estado Absolutista, con el poder en manos del Rey. Locke, por el contrario, afirmaba que el poder delegado por el Pacto Social debía estar en manos del Parlamento (entendido este como un conjunto de representantes de la comunidad). Profundizaba en este concepto afirmando que de estarse bajo un poder absoluto no se habría salido del “estado de naturaleza” pues en la monarquía absoluta, al confundirse los poderes, no hay imparcialidad por parte de éste y no hay manera de apelar o recurrir su sentencia, con lo que su existencia es incompatible con la existencia de una sociedad civil. Para que haya sociedad civil tiene que haber un juez separado del poder que sea imparcial respecto a los litigantes. (Leído esto, no en vano se le considera el padre del liberalismo político).
           
Unos setenta años después, pero ya cruzando el Canal de la Mancha, estas ideas son retomadas por Jean-Jacques Rousseau. Las mismas son resumidas en su obra “El Contrato Social”. Sus ideas tienen muchos puntos de contacto con Locke, y otros en los que se aparta.
            Rousseau entiende que el hombre original era bueno (“el buen salvaje”) y esa bondad va decayendo por la aparición de la propiedad, que genera el egoísmo y la maldad. El Contrato Social para él consiste en la eliminación de los egoísmos individualistas mediante la sumisión de cada ciudadano a la voluntad general (“volonté génerale”) unánime y asamblearia. El modelo político propuesto sería la democracia directa, o asamblearia. Afirma que la sociedad, si bien garantiza ciertas necesidades básicas, corrompe a los humanos al lanzarlos en competencia mutua. Pero se muestra convencido de que una vez abandonado el estado de inocencia originaria no cabe vuelta atrás, y solamente un acuerdo entre ciudadanos puede llegar a mitigar las consecuencias de una sociedad corruptora. Nace así, también para él, la necesidad del Contrato Social.

            Como venimos de ver, estos tres grandes pensadores propugnaban modelos distintos para la organización del gobierno. Vemos una defensa al absolutismo, una defensa al poder representativo y por último, una defensa al poder comunitario. En lo que si se parecen todos ellos es en el camino por el cual se llega a estos gobiernos, y el por qué la sociedad se organiza de la forma en que lo hace. Todo ellos entienden que el hombre, a los efectos de defender sus derechos inherentes, cede parte de su libertad a favor de un poder superior por medio de un Contrato Social, contrato por medio del cual intenta mejorar su calidad de vida en sociedad.
           
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            Los hechos que estamos viviendo en Uruguay se deben interpretar como una denuncia o una rescisión (al menos parcial) del Contrato Social. Rescisión que no es llevada a cabo sólo por quién balea a un delincuente que lo viene a agredir, sino también por todo el resto de la sociedad, en tanto parece estar de acuerdo y apoyar este tipo de acciones.
            No puedo, lisa y llanamente, condenar al individuo que se defiende de un ataque ilegítimo. Su instinto de supervivencia lo lleva a ello. Desde el punto de vista individual (el punto de vista del agredido), posiblemente, o casi seguramente, no existió otra opción.
Pero percibo que la sociedad como un todo (no ya como conjunto de individuos, sino como un órgano en si, si eso es posible) tiene el mismo sentimiento que el individuo, que como dijera, parece estar de acuerdo y apoyar estas acciones. Estamos volviendo al “estado de naturaleza”. Un estado en el que vale todo, en el que prima lo individual por sobre lo colectivo. Estamos tratando de retomar lo que alguna vez cedimos a favor de la buena convivencia (una “convivencia civilizada”), lo cual es un error.

Roto el Contrato Social, estaremos a la voluntad del más fuerte. Cuantos más vaciemos las renuncias hechas en el Contrato Social, menos libres seremos. Volveremos al “estado de naturaleza” o lo que es peor, a la ley de la selva.

viernes, 4 de octubre de 2013

SOBRE LA DELINCUENCIA Y OTRAS YERBAS… Los puntos sobre las íes….

SOBRE LA DELINCUENCIA Y OTRAS YERBAS…
Los puntos sobre las íes….

Tenía pensado reflexionar sobre el delito, sus causas y algunas medidas que se pueden tomar para intentar minimizarlo. Pensaba escribir sobre la diferencia entre marginalidad y pobreza, sobre el decaimiento de los valores en nuestra sociedad, y sobre otras cosas tan pesadas y aburridas como esas.

Pero, por suerte para Uds., un mail que me llegó me recordó un experimento hecho en Stanford hace 40 y pico de años… lo googlié y voilà, al releerlo vi que resumía mucho, aunque no todo, de lo que pensaba decir, pero de forma un tanto más amena….

Lo comparto con Uds.

"Teoría de las ventanas rotas"

En 1969, en la Universidad de Stanford (EEUU), el Prof. Philip Zimbardo realizó un experimento de psicología social. Dejó dos autos abandonados en la calle, dos autos idénticos, la misma marca, modelo y hasta color. Uno lo dejó en el Bronx, por entonces una zona pobre y conflictiva de Nueva York y el otro en Palo Alto, una zona rica y tranquila de California. Dos autos idénticos abandonados, dos barrios con poblaciones muy diferentes y un equipo de especialistas en psicología social estudiando las conductas de la gente en cada sitio.

Resultó que el auto abandonado en el Bronx comenzó a ser vandalizado en pocas horas. Perdió las llantas, el motor, los espejos, el radio, etc. Todo lo aprovechable se lo llevaron, y lo que no, lo destruyeron. En cambio el auto abandonado en Palo Alto se mantuvo intacto.

Es común atribuir a la pobreza las causas del delito. Atribución en la que coinciden las posiciones ideológicas más conservadoras, (de derecha y de izquierda). Sin embargo, el experimento en cuestión no finalizó ahí: cuando el auto abandonado en el Bronx ya estaba deshecho y el de Palo Alto llevaba una semana impecable, los investigadores decidieron romper un vidrio del automóvil de Palo Alto, California. El resultado fue que se desató el mismo proceso que en el Bronx de Nueva York y el robo, la violencia y el vandalismo redujeron el vehículo al mismo estado que el del barrio pobre. Por qué el vidrio roto en el auto abandonado en un vecindario supuestamente seguro es capaz de disparar todo un proceso delictivo?

No se trata de pobreza. Evidentemente es algo que tiene que ver con la psicología, el comportamiento humano y con las relaciones sociales. Un vidrio roto en un auto abandonado transmite una idea de deterioro, de desinterés, de despreocupación que va rompiendo códigos de convivencia, como de ausencia de ley, de normas, de reglas, como que todo vale nada. Cada nuevo ataque que sufre el auto reafirma y multiplica esa idea, hasta que la escalada de actos, cada vez peores, se vuelve incontenible, desembocando en una violencia irracional.

En experimentos posteriores (James Q. Wilson y George Kelling)  desarrollaron la 'teoría de las ventanas rotas', teoría que, que desde un punto de vista criminológico, concluye que el delito es mayor en las zonas donde el descuido, la suciedad, el desorden y el maltrato son mayores.

Si se rompe un vidrio de una ventana de un edificio y nadie lo repara, pronto estarán rotos todos los demás. Si una comunidad exhibe signos de deterioro, y esto es algo que parece no importarle a nadie, entonces allí se generará el delito. Si se cometen 'esas pequeñas faltas' como estacionarse en lugar prohibido, exceder el límite de velocidad o pasarse una luz roja y estas pequeñas faltas no son sancionadas, entonces, comenzarán a desarrollarse faltas mayores y luego delitos cada vez más graves.

Si los parques y otros espacios públicos son deteriorados progresivamente y nadie toma acciones al respecto, estos lugares serán abandonados por la mayoría de la gente (que deja de salir de sus casas por temor a las pandillas), y esos mismos espacios abandonados por la gente, serán progresivamente ocupados por los delincuentes.



Mi intención inicial quedará para una futura entrada en mi blog. 

'ta luego.