Los
puntos sobre las íes…
Estos
últimos tiempos han traído una nueva forma de soslayar la Constitución. Ya no
son violaciones flagrantes a la misma en actuaciones funcionales normales del
cargo, o la sanción de textos legales que contradicen abiertamente los
preceptos de aquella.
Ahora
estamos asistiendo a una violación “de
cotelé” – como tal vez diría el relator de la voz ronca – sin posibilidad
de sanción, salvo el repudio moral o ético de tales actuaciones. Pero el que no
sea una violación plena, palmaria, evidente, que salta a la vista de
cualquiera, no la hace menos peligrosa. Por el contrario, es la peor de las violaciones
a la Constitución que se pueden realizar. Se va realizando de a poco, casi sin
darnos cuenta, casi ni se siente, hasta se deja pasar. Al no ser una violación
impactante, permite frases como “se está
al filo de la Constitución”… frase justificativa como pocas de la mal
llamada “picardía criolla”.
En
un estado de derecho no se debe estar al filo. Se debe estar a pleno. Y del
lado de la Constitución.
Tal
vez todavía no sepan a qué me refiero, por lo que les daré algunos pequeños
ejemplos.
Un
esposo amante tiene todo el derecho del mundo de ir a buscar a su amada esposa
a la salida de un té con sus amigas. Pero un Presidente no debe pararse a la
salida de un acto partidario, rodeado de periodistas, esperando por largos
minutos que salga su esposa, a la sazón candidata a la disputada candidatura por
la vicepresidencia de la principal fuerza política del país, por el sector del gobierno
de mayor votación en las últimas elecciones. Podrá ser un acto de amor, pero se
asemeja mucho a un acto político partidario, conducta ésta totalmente prohibida
al Presidente por nuestra Constitución.
Un
presidente (efectivo o en ejercicio) tiene todo el derecho del mundo de
defender las políticas del gobierno frente al ataque de la oposición. Pero
cuando eso se traduce en un ataque meramente electoral, defendiendo sus
posturas y candidatos para las elecciones internas, entiendo que se rebasa el
límite. Es cierto, se rebasa un poquito. Y como es un poquito, salvo los
afectados por sus dichos, nadie más se escandaliza.
Un
Ente Autónomo, perteneciente al grupo de Entes comerciales e industriales del Estado,
en tanto está en competencia, puede hacer publicidad comercial. Podremos
discutir si se debe regular o limitar, pero no tengo dudas de que la publicidad
es parte de la actividad comercial. Ahora, cuando esa publicidad se transforma
en propaganda, el tema se torna oscuro. Que un Ente haga una campaña
publicitaria de extensa duración, con un slogan muy bien logrado podrá ser
discutido en cuanto a su oportunidad o su conveniencia, pero no podrá ser
tildado de inconstitucional. Pero si un año menos un día antes de las
elecciones ese mismo slogan pasa a ser el slogan de un grupo político liderado
por quién presidía ese ente, huele feo.
Un
Servicio Descentralizado, al igual que lo dicho en el párrafo anterior, si está
en competencia es dable que haga publicidad. Pero hacernos creer que la
construcción de un edificio destinado nadie sabe muy bien a qué, que le saca
las castañas del fuego a una Intendencia desfondada, por un costo de varias
decenas de millones de dólares, por fuera de sus cometidos específicos y en
contra de la opinión del Tribunal de Cuentas (que dicho sea de paso, no analiza
la conveniencia de un gasto, sino meramente su legalidad) no suena bien.
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He
resumido apenas algunos hitos de ese andar “al filo”. Existen muchos otros. Tristemente.
Debemos rebelarnos contra estas conductas de andar al filo del sartén. El filo
del sartén rompe los huevos, y a veces rompe cosas más importantes.
La Constitución es nuestra defensa
contra los avasallamientos del poder. Debemos exigir que se cumpla cabalmente.
Que no se camine por su borde, y menos aún que se viole un poquito, o de a
poquito. Uno se puede terminar acostumbrando.
Como
dice mi viejo, aunque reconozco que hoy no es “políticamente correcto”: No se
es un poquito trolo porque te pongan la puntita. Te pongan la puntita, o te la
pongan toda, sos trolo al cien por ciento.
‘ta
luego.
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