Originalmente publicado en El Telescopio http://eltelescopio.com.uy/el-plenario-de-la-discordia/
El plenario de la discordia.
Los puntos sobre las íes…
Lindo lío que puede
marcar nuestro futuro.
Lío
del que muchos entienden poco y pocos entienden algo. Bien uruguayo. Todos
somos directores técnicos o negociadores internacionales dependiendo del tema
del momento. Pero en fin… si no fuese así, no sería Uruguay.
No es mi intención
profundizar sobre el TISA. Malo sería que lo hiciese ya que el mismo aún no
existe. Pero tampoco rehuyo al tema. Entiendo y estoy convencido que no era el
momento para tirar la toalla. Podríamos haber avanzado en las negociaciones y
llegado el punto de tener el texto definitivo del acuerdo – o al menos un
borrador del mismo – decidir si se suscribía o no, pero acercamos la línea de
meta y dejamos la mesa.
Bastante se ha hablado
de la forma en que se tomó esta decisión, y es sobre este punto, y no sobre la
decisión en sí, que quiero compartir mis reflexiones.
Mucho se ha dicho en
contra de que el futuro del tratado dependa de la opinión del Plenario del
Frente Amplio, que dicha opinión no es representativa y poco menos que este
camino es un atentado a la democracia, agregando estos críticos que es el
Parlamento quien debe decidir, por ser el único depositario de la
representación democrática.
Discrepo.
La potestad de concluir
y suscribir tratados no es del Parlamento sino del Poder Ejecutivo. El
Parlamento recién interviene a posteriori para su aprobación previo a la
ratificación, acto este que nuevamente recae en el Poder Ejecutivo. Nuestra
Constitución es clara sobre este punto. Por tanto, siendo una potestad del
Poder Ejecutivo, es este quien decide con quien asesorarse o a quien consultar.
Puede por tanto
consultar a quien le plazca.
Puede consultar a las
cámaras empresariales del ramo, a los sindicatos relacionados con el tema, a la
almohada o, como aconteció, a su fuerza política. Y sobre esto, no es válido el
argumento de que se debió consultar al Parlamento por ser lo más
representativo. En absoluto. Y menos válido aún es el argumento de que, en
tanto el Presidente es el presidente de todos los uruguayos, no le corresponde
alinearse solo con el pensamiento de una parte de la opinión del país.
Si bien es cierto que el
Presidente lo es de todos los uruguayos, es impensable sostener que por ese
hecho debe abdicar de su programa y amoldarlo a la media ponderada de los
programas de todos los partidos que se presentaron a la elección. El Presidente
fue electo en base a un programa de gobierno (o al menos eso quiero creer) y
desde el momento que triunfó, es dicho programa el que debe regir su actuación.
Si al Presidente le apareció alguna duda sobre la conveniencia del TISA, o si
el mismo contradecía o no el programa que lo llevó al poder, nadie mejor que su
fuerza política para aclarar el punto.
Y el resto tendremos que
ir a llorar al cuartito.
Así es la democracia. El
Parlamento tiene la potestad de frenar un tratado que considere inconveniente,
pero no tiene ninguna prerrogativa constitucional de promover uno si no es por
iniciativa del Poder Ejecutivo. Así es nuestro sistema constitucional. Ni más,
ni menos.
Dicho lo anterior, sin
embargo, todavía cabe hacer otro análisis, este si ya de tinte más político.
Fue decisión del
Presidente consultar al Plenario del Frente Amplio, y no cabe en mi cabeza que
no supiese cual sería el resultado. Si a esto le sumamos la rapidez en
apartarse de las negociaciones una vez obtenido dicho pronunciamiento, la
conclusión parece hasta obvia: el Presidente no querría
negociar el TISA. Un
tiro a dos bandas.
En primer lugar, le
marca la cancha a un sector que estaba tomando mucho protagonismo (dado que
maneja el tema económico) con un mensaje claro: no se vistan que no van o en definitiva, el que sigue mandando soy yo.
En
segundo lugar, desacomoda a su antecesor, quien fuera propulsor de participar
en estas negociaciones, obligándolo a dar una nueva voltereta para pararse en
la vereda en la que da el sol. ¿O acaso es excusa de que China no esté en las
negociaciones? El TISA, con los actuales participantes, ya representa el
setenta por ciento del comercio mundial de servicios. Es cierto que si hubiese
ingresado China dicho porcentaje sería mayor pero… cuando Uruguay decidió
participar China no estaba, por lo que no debe ser un tema tan importante ¿no?
Es cierto también que
podemos encontrar fundamentos para afirmar que debió ampliar su espectro de
consultados, sin que esto sea una contradicción con lo anterior.
En efecto, al ritmo que
vienen las negociaciones por este tratado, es harto probable que el mismo no
quede acordado hasta dentro de unos cuantos años, tantos que seguramente el
Presidente ya no lo será, e incluso muchos de los actuales parlamentarios
tampoco estarán en funciones. Es por esto que, tal vez, debió haber consultado
a los demás Partidos Políticos (no ya al Parlamento) en tanto la tradición de
permanencia que estos tienen en el Uruguay (a diferencia de lo que sucede en
casi todo el resto de la región) es más que probada. Aunque, insisto, hubiese
sido bueno que lo hiciera pero nada le obligaba a hacerlo. Era una mera
decisión política y es al Presidente al único que le incumbe la decisión de
transitar por un camino u otro.
El tiempo aclarará las
cosas, de eso no hay duda. Tal vez en un futuro participemos, tal vez no, pero
como dijera al principio, es una verdadera pena perder la oportunidad de estar
en la cocina del tema jugando en las ligas mayores y en cambio, volver a ver
pasar el tren sin posibilidad de subirse no ya la locomotora, sino tampoco a un
vagón de cola.
Ya finalizando, y dando
una vuelta más cual perro estreñido, debo reconocer que la imaginación a veces
me juega malas pasadas…
Realmente me sorprendió
ver al Presidente desautorizar a cuatro Ministros en menos de quince días. Y no
cualquiera. María Julia, Ernesto, Danilo, y Rodolfo (estos dos en relación al
tema de esta columna). Justamente los que podríamos suponer que son de “su palo”. Esto
llama mucho más la atención si recordamos que Carolina parece haber ganado la
cuereada por el Arena y que el interino de Relaciones Exteriores es Eduardo,
justamente los del “otro
palo”. (N. del A.: perdonen la camaradería, pero en mis sueños soy
muy confianzudo)
Nuestro presidente no es
tonto, sino todo lo contrario. Tampoco es débil. Menos aún manejable. También
es impensable acusarlo de presionable. ¿Entonces?
Podemos concluir por
tanto y dentro de este delirio que el debilitamiento de “sus” ministros es
adrede. Junto con esto, si queremos tener delirios coherentes, debemos
encontrar una razón para tal conducta. Y tal vez existe.
Un ministro débil y
peleado tanto con los de adentro como con los de afuera es lo que podríamos
llamar “carne
de censura”…
En mi delirio también me
imagine buscando mi Credencial Cívica…
Supongo que todo esto es
fruto de mis alucinaciones, las cuales me hacen ver cosas que seguramente no
existan. Seguro.
Hasta la próxima, si es
que hay…
@dannyvile